UN PRESIDENTE A SALVO DE LOS CIUDADANOS.

¿Cómo los ciudadanos cubanos pueden cambiar al presidente?, .

IDEOLOGÍA OCIOSA.

Y ahora cuál es el plan.

LA DERIVA FASCISTA DE LOS PAÍSES COMUNISTAS.

Cuando el comunismo incorpora una economía capitalista.

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EL DIPUTADO SE LLAMABA CUADRO.

La teatralidad de ser diputado en Cuba.

CUBA A MANO ALZADA: ESTO ES UN ATRACO.

En Cuba el voto a mano alzada o secreto, no es la cuestión: el predelito.

CUBA: MINORITY REPORT.

En Cuba se condena antes de delinquir: el predelito.

FUERA DE LA LEY.

Cuánto Estado hay fuera del Estado.

CUBA ANTE LA RSC: OTRO EMBARGO?.

Cuba ante el riesgo de una nueva ética empresarial.

viernes, 25 de noviembre de 2011

LA NORMALIDAD DE LA CALLE.


El expresidente español Adolfo Suárez, en plena  transición de la dictadura franquista hacia la democracia, en defensa de la Ley de Asociaciones Políticas afirmó que era el momento de “elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es simplemente normal”. Establecer cualquier paralelismo entre aquella  España y la Cuba actual sería un ejercicio de funambulismo condenado al fracaso, uno se desarrollaba a un ritmo vertiginoso con el consecuente bienestar social y el despertar político de un pujante movimiento contestatario; mientras la isla continua su particular vía crucis económico desde hace más de dos décadas con la precariedad social que de ello se deriva, y lo contestatario no por novedoso pasa de ser anecdótico. Sin embargo la frase de Suárez sintetiza muy bien todas las demandas del pueblo cubano al régimen: normalizar lo que ya es normal. Queda por descontado que explicar a estas alturas el por qué la Revolución Cubana y el sistema de gobierno que impera bajo esa marca corporativa no es una democracia resultaría tedioso, cansino, y una perogrullada; también lo sería enumerar todas las carencias políticas y económicas que padece la sociedad isleña.

¿Y cuál sería esa normalidad de la calle que en Cuba no llega a normalizarse? La peor noticia que podría recibir el gobierno cubano, que la sociedad cubana ya pasó página de la ideología revolucionario-comunista como aglutinante colectivo, como fundamento teórico de una sociedad futura, y también coartada de la falta de libertades económicas y personales. La gente ya vive de espaldas por completo al sistema y se busca la vida por su cuenta, al margen de los salarios y subsidios estatales. Las leyes, anticuadas y restrictivas, no son un impedimento para que se haga todo lo que exigen los rigores cotidianos de la existencia: compraventa de bienes y servicios, actividad económica privada, y demás. El gobierno está muy enterado de estas cuestiones y del papel marginal que el Estado ocupa para la subsistencia de los cubanos, por eso se permite  el despido de cientos de miles de trabajadores o adelgaza las subvenciones hasta un nivel testimonial, sin temer a un estallido social.

No hay indicios aparentes de que este vivir de espaldas al sistema en lo económico tenga su equivalente político, pero eso no significa que sea diferente. Sin  mecanismos democráticos de prospección social como la prensa libre, sondeos demoscópicos o elecciones,  donde los ciudadanos puedan sancionar promesas incumplidas o validar programas convenientes – en Cuba, además de estar prohibido el pluripartidismo tampoco los candidatos en las circunscripciones pueden hacer campaña ni presentar un programa de gobierno – no queda constancia de demandas políticas frustradas. Es el modelo de Estado basado en el rito: presencia en manifestaciones populares, alistamiento en organizaciones de masas, y comparecencia en la pantomima electoral. Cumplir con el rito es suficiente para que la vida no se convierta en pesadilla y el gobierno se regocije con un infundado apoyo popular. La simpatía se puede simular pero el hambre no, y esa es la única disparidad entre la indiferencia política y económica hacia el régimen.

Como la maraña del sistema no permite medir la demanda de cambios que más se ajuste a esa normalidad de la calle, quizás sea el momento de evaluar la resistencia  que la sociedad opondría  a los mismos.  ¿Cuánta resistencia habría mostrado el pueblo cubano a una liberalización más amplia de la economía en vez de las tímidas reformas que recientemente aprobó el partido de gobierno? posiblemente ninguna, a la vista de que se normalizó solo una fracción de normalidad; y cuanta resistencia habría a una prensa y justicia independientes, o a que el Partido Comunista delegue todo su poder a un parlamento elegido libremente. Es una incógnita, pero se sabe que el gobierno no pretende averiguarlo del mismo modo que por sistema  inhabilita y neutraliza  la disconformidad de la gente. El cantautor Lluis Llach decía que la transición española fue posible porque antes ya había ocurrido en la sociedad.  En Cuba ya está pasando pero los gobernantes prefieren hacerse los distraídos y centrarse en el rito.

Enrique García Mieres.

lunes, 7 de noviembre de 2011

MARX EL ESPECULADOR DE BOLSA.

Cuando Karl Marx le decía a su yerno santiaguero Paul Lafargue: “lo cierto es que yo no soy marxista”, se estaba refiriendo a que no se reconocía entre las ideologías marxistas que ya se desarrollaban entonces bajo la inspiración de su obra; y eso que no llegó a conocer el leninismo, estalinismo, maoísmo ni  el marxismo-leninismo tropical cubano. Demás está decir que es poco seria esa tendencia superficial de usar la cita como una confesión de parte sobre la inutilidad de sus teorías. Pero si en lugar de hallarnos ante un reproche a los que distorsionaron su obra o se avalaron en ella para crear sus propios fundamentalismos ideológicos, estuviésemos ante  el anhelo de un hombre por sentirse libre del escrutinio de sus actos, un desliz verbal del subconsciente, alguien que se sabe carente de la castidad, que se le supone a todo padre fundador.

Es obvio que él no podía intuir lo que sus partidarios del futuro considerarían  políticamente correcto según sus cánones ideológicos. Su repudio a Bolívar a quien consideraba como el canalla más cobarde, brutal y miserable, Bolívar es el verdadero Soulouque (cruel emperadorzuelo haitiano); o su grotesco antisemitismo cuando decía “el fundamento secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés egoísta. El culto practicado por el judío es la usura y su Dios, el dinero”. Tal vez estos pensamientos pueden considerarse peccata minuta en la medida que no entran, necesariamente, en contradicción con el cuerpo doctrinal de su obra anticapitalista; sin embargo no se podría decir lo mismo si se airease, por ejemplo, su afición a algo tan esencialmente capitalista como la bolsa de valores, tal y como reflejan algunos fragmentos de su abundante correspondencia.

En carta del 4 de Junio de 1862 a su amigo y mecenas Engels  contaba con evidente entusiasmo: “"He tenido un gran éxito en la bolsa. Ha llegado de nuevo el momento en que con inteligencia y pocos medios se puede ganar dinero en Londres", y unas semanas después, concretamente el día 25, a su tío Lion Philips “he estado especulando, parte en fondos americanos, pero más especialmente en acciones inglesas, que están surgiendo como setas este año (cumpliendo todo lo imaginable e inimaginable de la empresa bursátil) suben hasta un nivel poco razonable y luego, en su mayor parte, colapsan. De este modo he hecho más de 400 libras, ahora que la complejidad de la situación política invita a un mayor desafío, empezaré de nuevo. Es un tipo de operación que requiere tiempo y merece la pena asumir ciertos riesgos para aliviar al enemigo de su dinero”. Estas letras revelan algo más allá de la inversión ortodoxa en acciones empresariales como forma de rentabilizar los ahorros (sin olvidar que eso también es capitalismo), la confianza en que  aumentaran su valor con el tiempo; en este caso Marx está acudiendo a lo que en jerga bursátil llaman ponerse corto, que no se refiere al corto plazo sino a que las acciones van a caer; con razón habla de haber estado especulando y no invirtiendo. Así la ética marxiana en el mercado de valores estaría más próxima a la de un trader, un tiburón de las finanzas, que a la de un ahorrador, y muy, pero que muy lejos del obrero, el proletario objeto  y sujeto de sus teorías. Pero supongo que esto no le ocasionaría problemas de conciencia porque a fin de cuentas el lo dejo bien claro “yo no soy marxista”.

Enrique García Mieres.

Otras Historias de Cuba

Otras Historias de Cuba
Dilvulgar esas historias sobre Cuba y los cubanos poco tratadas por la historiografía cubana. Enrique García Mieres.
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