martes, 25 de octubre de 2011

Ágora

En el mes de Agosto de 1991, el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Juan Escalona declaró en conferencia de prensa que Cuba podría estar preparada para abrirse al multipartidismo si Estados Unidos ponía fin a su hostilidad hacia la isla; y añadió que no hay una razón filosófica que impida la coexistencia del socialismo y un sistema multipartidista. En cualquier caso, ese asunto no estaría en la agenda del Cuarto Congreso del Partido que se celebraría a finales de aquel año. Han pasado cuatro lustros hasta el congreso que finalizó recientemente y ese asunto sigue sin estar en la agenda política.

Es de aborrecer que la pluralidad partidista se convierta en rehén de lo que el gobierno considera estratégico en los contenciosos que mantiene en política exterior, pero no creo que ese sea el meollo de la democracia en Cuba.
Del mismo modo que los procesos electorales cubanos sólo son un ejercicio de participación no de elección entre diferentes programas o propuestas, la presencia de varios partidos seria estéril porque ambas expresiones democráticas: elecciones y multipartidismo; están condenadas al fracaso por la ausencia de un parlamento operativo. La Asamblea Nacional de Cuba sòlo se reúne en dos plenos cada año para hacer de comparsa al Poder Ejecutivo, y no para controlar la labor de este mediante las interpelaciones de los diputados, carecer de peso en la función presupuestaria, enmendar o vetar leyes, etc.
Es un despropósito que un sistema de gobierno, que se llame así mismo democrático, defina las políticas de interés general en el congreso del Partido Comunista, haciendo patente la inutilidad de la Asamblea.
Exigir una política realmente parlamentaria debería ser el caballo de batalla de todos los cubanos que no se sientan a gusto con el status quo vigente, independientemente de sus filias y fobias ideológicas, porque es en el Parlamento de todos, no en el de los militantes, donde puede influir en su futuro como persona: en cuánto se va a gastar en educación, salud, alcantarillas y demás, proponer leyes que se adecuen a sus intereses económicos o libertades políticas. Es en el ejercicio de esa democracia parlamentaria donde se verá la necesidad de los partidos u otras formas de organización como un medio para canalizar intereses comunes. La presencia de varios partidos en un parlamento disfuncional es más de lo mismo, y podría convertirse en una coartada eficaz para aplazar la verdadera democracia.

Enrique Garcia Mieres.


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