lunes, 7 de noviembre de 2011

MARX EL ESPECULADOR DE BOLSA.

Cuando Karl Marx le decía a su yerno santiaguero Paul Lafargue: “lo cierto es que yo no soy marxista”, se estaba refiriendo a que no se reconocía entre las ideologías marxistas que ya se desarrollaban entonces bajo la inspiración de su obra; y eso que no llegó a conocer el leninismo, estalinismo, maoísmo ni  el marxismo-leninismo tropical cubano. Demás está decir que es poco seria esa tendencia superficial de usar la cita como una confesión de parte sobre la inutilidad de sus teorías. Pero si en lugar de hallarnos ante un reproche a los que distorsionaron su obra o se avalaron en ella para crear sus propios fundamentalismos ideológicos, estuviésemos ante  el anhelo de un hombre por sentirse libre del escrutinio de sus actos, un desliz verbal del subconsciente, alguien que se sabe carente de la castidad, que se le supone a todo padre fundador.

Es obvio que él no podía intuir lo que sus partidarios del futuro considerarían  políticamente correcto según sus cánones ideológicos. Su repudio a Bolívar a quien consideraba como el canalla más cobarde, brutal y miserable, Bolívar es el verdadero Soulouque (cruel emperadorzuelo haitiano); o su grotesco antisemitismo cuando decía “el fundamento secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés egoísta. El culto practicado por el judío es la usura y su Dios, el dinero”. Tal vez estos pensamientos pueden considerarse peccata minuta en la medida que no entran, necesariamente, en contradicción con el cuerpo doctrinal de su obra anticapitalista; sin embargo no se podría decir lo mismo si se airease, por ejemplo, su afición a algo tan esencialmente capitalista como la bolsa de valores, tal y como reflejan algunos fragmentos de su abundante correspondencia.

En carta del 4 de Junio de 1862 a su amigo y mecenas Engels  contaba con evidente entusiasmo: “"He tenido un gran éxito en la bolsa. Ha llegado de nuevo el momento en que con inteligencia y pocos medios se puede ganar dinero en Londres", y unas semanas después, concretamente el día 25, a su tío Lion Philips “he estado especulando, parte en fondos americanos, pero más especialmente en acciones inglesas, que están surgiendo como setas este año (cumpliendo todo lo imaginable e inimaginable de la empresa bursátil) suben hasta un nivel poco razonable y luego, en su mayor parte, colapsan. De este modo he hecho más de 400 libras, ahora que la complejidad de la situación política invita a un mayor desafío, empezaré de nuevo. Es un tipo de operación que requiere tiempo y merece la pena asumir ciertos riesgos para aliviar al enemigo de su dinero”. Estas letras revelan algo más allá de la inversión ortodoxa en acciones empresariales como forma de rentabilizar los ahorros (sin olvidar que eso también es capitalismo), la confianza en que  aumentaran su valor con el tiempo; en este caso Marx está acudiendo a lo que en jerga bursátil llaman ponerse corto, que no se refiere al corto plazo sino a que las acciones van a caer; con razón habla de haber estado especulando y no invirtiendo. Así la ética marxiana en el mercado de valores estaría más próxima a la de un trader, un tiburón de las finanzas, que a la de un ahorrador, y muy, pero que muy lejos del obrero, el proletario objeto  y sujeto de sus teorías. Pero supongo que esto no le ocasionaría problemas de conciencia porque a fin de cuentas el lo dejo bien claro “yo no soy marxista”.

Enrique García Mieres.

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