La organización Transparencia Internacional (TI) ha publicado recientemente su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) en la que Cuba aparece en el puesto 61 con una puntuación de 4.2 sobre un máximo de 10. Aunque sea una nota de suspenso ya la quisieran para sí muchos países del entorno latinoamericano, una región especialmente corrupta, además supera a un país como Italia que aparece en el lugar 69. Entonces cabe preguntarse por qué el gobierno cubano no presume de datos, ni siquiera una pequeña mención en sus medios informativos; que incluso le sería útil para validar las campañas anticorrupción que han emprendido en los últimos tiempos. Pero no, Cuba es diferente, admitir este índice donde el país no aparece como el campeón mundial de la honradez, y que la supuesta moral socialista es al menos tan corrupta como cualquier otra es algo que no se pueden permitir.
El IPC se elabora a partir de lo que perciben los expertos, una ponderación de las opiniones que proporcionan fuentes tan solventes como Freedom House, la Fundación Bertelsmann, Political Risk Services, entre otras; y no a partir de datos empíricos como enjuiciamientos o investigaciones, precisamente por su naturaleza ilegal y encubierta. Esta particularidad tampoco debe parecerle bien al gobierno cubano acostumbrado a ser la única fuente de información ante instituciones internacionales. Y para rematar, el estudio se centra en la corrupción del sector público, la modalidad en la que intervienen funcionarios, empleados públicos y políticos, lo que deja muy poco margen para buscarse un chivo expiatorio en el sector privado como agente corruptor, ya que este tiene una presencia casi testimonial en el conjunto de la sociedad cubana.
El responsable de TI para América, Alejandro Salas en una entrevista a la prensa colombiana trató de explicar la contradicción de que Cuba siendo un régimen autoritario carente de transparencia institucional, independencia de poderes y acceso de la ciudadanía a la información- justo lo contrario a lo deseable para combatir la corrupción según las propias recomendaciones de TI- no sacase un resultado tan negativo, respondió que Cuba era la excepción que confirma la regla, y se quedó tan ancho. En el terreno de las conjeturas supuso que en esa mejora de percepción algo tendrían que ver las señales de apertura de Raúl Castro; claro que los últimos años también gobernaba él y las notas entre 2006 y 2010 oscilaron según esta serie: 3.5; 4.2; 4.3; 4.4 y 3.7. La excepcionalidad cubana, que evidentemente la hay, probablemente esté relacionada con las preguntas que se le hacen a los expertos y no con la refutación poco seria de la paradoja. Preguntas abarcadoras para un estándar internacional pero que para Cuba no tienen mucho sentido. También influye el numero de fuentes, en el caso cubano se usaron cuatro (el mínimo necesario para incluir al país en el IPC es de tres) y en India once, por poner un ejemplo.
Evaluar aspectos como la financiación de partidos, declaración de bienes de los ciudadanos, acceso de los medios a la información, si son sancionados los políticos o empleados públicos corruptos, rendición de cuentas sobre el uso de fondos públicos, transparencia de los presupuestos del Estado, auditorias independientes, no se pueden correlacionar con el sistema político vigente en Cuba, donde sencillamente no están presentes tales supuestos. Así las cosas es probable que estos expertos hayan marcado más la opción de “no sabe, no contesta” antes que medir la calidad de algo inexistente. En el caso cubano donde hay un solo partido, no se discuten los presupuestos del Estado, los diputados del parlamento tienen un papel decorativo, los medios informativos son parte del gobierno, y ni siquiera se reconocen los impuestos como fuente de financiación pública porque la gratuidad de los servicios es un supuesto regalo del gobierno y no el dinero de todos, habría que inventarse un índice nuevo donde los expertos en países comunistas respondan a otras preguntas diferentes del patrón mundial, eso sí, serían unos expertos muy exóticos.
Transparencia Internacional realiza otro estudio donde se les pregunta directamente a los ciudadanos por la corrupción en su país, se publica como Barómetro Global de la Corrupción (BGC), pero Cuba no esta incluida en las encuestas. Para hacerse una idea de cómo cambia la percepción entre expertos y ciudadanos, tenemos el ejemplo de Chile con un IPC de 7.2 y un envidiable puesto en el lugar 22, superior a Francia (IPC 7.0), donde un 22% de sus ciudadanos reconocen haber pagado sobornos durante el último año mientras sólo lo hacen un 7% de franceses. Dada la singularidad cubana, para tener una percepción real sobre la corrupción además de preguntas “elevadas” a los ciudadanos sobre la calidad de las instituciones habría que introducir algunas más prosaicas sobre el absurdo cotidiano, algo así como si en el último mes usted o algún conocido desvió o disfrutó de bienes y servicios del sector público para subsistir.
Este tipo de análisis de organizaciones internacionales, al margen de la interpretación que haga el gobierno cubano, en muchas ocasiones le benefician en la medida en que estandariza al régimen, confundiendo lo verosímil con lo verídico, pensar en que el país podrá ser más o menos corrupto crea la ilusión de que también dispone de la mayoría de instituciones democráticas, formales o efectivas, cuya calidad se está evaluando.
Enrique García Mieres.
Enrique García Mieres.
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